LA CIUDAD NEOLIBERAL
- Circo Criollo Revista
- 30 jul 2019
- 7 Min. de lectura
El área ribereña de Vicente López
Por Oscar Edelstein
El neoliberalismo se ha desarrollado a lo largo de las últimas cuatro décadas de nuestra historia. Y en la historia de nuestra ciudad se ha llevado puesto uno de los paisajes naturales más relevantes del AMBA, lo que los más viejos llamaban ‘la costa’. La costa era un conjunto diverso de playas, toscas, juncales, bosquecillos y bañados, del cual nos ha quedado un aglomerado de escombros que incrementó un par de metros el nivel de la ribera, tapò unos cientos de metros al rio y sobre el que se construyó el parque y el vial costero.
Muy por detrás quedaron los clubes. Ahora asoma la nueva ciudad neoliberal.
1. La Degradación
La primera alerta surgió a principios de los ’70 y fue por la contaminación de las aguas del Río de la Plata. Los estudios de entonces indicaban que una franja de 300 metros del río desde la costa tenía alarmantes índices de contaminación, producto de los desagües cloacales y los desechos industriales. Desde el Reconquista hasta el Riachuelo, las multitudes de bañistas estaban expuestos a contraer un abanico de enfermedades.
El último gobierno popular de la década del ’70 estudió la situación y a finales del gobierno de Isabel se empezó a difundir la prohibición del baño en el río.
Pero fue la Dictadura la que clausuró no solo el río sino todo el acceso a la ribera norte.
Con toda la impudicia del poder omnímodo proyectaron luego la construcción de una autopista ribereña, una de esas obras que te van a facilitar la vida, te va a dar más tiempo para vos, (como dicen ahora) sin molestos embotellamientos y demoras en el tránsito. Y así llenaron de escombros todas nuestras playas, las destruyeron con la falsa promesa de progreso que el capitalismo de aquí y de allá encarna en las autopistas.
El proyecto de la Avenida Parque Ribereña, anunciado en julio del ‘81 por el CEAMSE y con fecha de inicio de obra en septiembre, presentaba en tono positivo el modo en que íbamos a perder la costa: el verbo era ‘ganar’ 150 hectáreas al rio mediante el relleno de los sectores aledaños a la costa en San Isidro y Vicente López. (Costa Norte, 10 y 17 de julio de 1981)
Pero lo que los funcionarios de la Dictadura en el CEAMSE se proponían era además modificar una práctica social, reestructurar las relaciones sociales y lo decían sin tapujos: “en el futuro la costa no estaría signada por abigarrados camiones de picniqueros, gordas en batón y estridentes encuentros de pelota paleta. Según como van las cosas, el más pesimista cálculo de probabilidades indica que el colectivo será reemplazado por un auto japonés; la humeante parrilla por el horno portátil a microondas y (cosa lamentable) los discos de Gardel por cassettes de la Cameratta Bariloche” (Costa Norte, 17 de julio de 1981). Calcule Ud. cómo piensa la derecha a la sociedad argentina. Mire lo que hacen hoy en el Paseo de la Costa y saque la cuenta de cuánto ‘cambiaron’.
Mientras que en Vicente López comenzaron las obras de ‘relleno’, en San Isidro un movimiento de oposición ponía entre las cuerdas a la Dictadura: la notabilidad de los que confrontaron con este proyecto desde la Comisión Coordinadora Vecinal de San Isidro, reflejó la falta de consenso en los sectores sociales más afines a las políticas neoliberales. (Lo Nuestro, 30 años de periodismo regional, pag. 22). Finalmente la debacle económica de la Dictadura paralizó al proyecto.
La democracia municipal nos encontró entonces con montañitas de escombros sobre las playas y un afán popular: ‘recuperar’ la costa. Recuperar fue el verbo en donde se comenzaron a dirimir proyectos alternativos. Así que recuperar podía significar volver a tener playas y recuperar las tierras concesionadas o recuperar podía significar rellenar hasta construir un parque público. Los años 80 de la democracia maduraron estos proyectos opuestos: el del intendente Sabattini o el de la multisectorial de la Costa. Los avatares políticos fueron mutando, de la mano de los triunfos de García en Vicente López y de Cafiero en la provincia, pero una restricción mayor siempre recorrió el horizonte de todos los proyectos: el de la economía. En la década perdida de Latinoamérica, Vicente López no fue la excepción. El otro dilema fue el Puerto de Olivos. Si hubo un sector que no fue afectado inicialmente por los rellenos, fue este. Una playita de arena hacia el norte, la playa de La Hoya, hacia el sur, fueron inicialmente abiertos al público. Pero el sector portuario rápidamente quedó cerrado al uso libre. La puja entre provincia y municipio por el área portuaria es otra larga historia.
Bajo este mantra de que nada se puede hacer, los escombros de las demoliciones fueron completando la obra de degradación con los rellenos ilegales hasta bien entrados los ’90. Recuperar fue finalmente solo rellenar.
Del Parque de la Ribera (proyecto del intendente Sabattini, nunca aprobado por la mayoría radical de HCD) al Paseo de la Costa (de Enrique García, inaugurado en su primera etapa en 1995), se transitó desde la idea de un prorrateo entre los clubes con concesiones para realizar la obra, a los alquileres de los espacios gastronómicos para financiar la continuidad de las obras.
Finalmente el Paseo de la Costa fue quedándose sin los locales gastronómicos, pero ampliándose y sembrándose de hitos arquitectónicos que han modificado el sentir de la costa: El monumento Fin del Milenio (el paraguas de Amancio Williams), el anfiteatro Arturo Illia, el centro de convenciones Arturo Frondizi, el Paseo del Viento y el monumento al centenario del Partido de Vicente López. Las alegorías continúan con las denominaciones de las calles que recorre el paseo, Vito Dumas, el puente Presidente Néstor Kirchner, el Paseo Costero (o vial costero) Raúl Alfonsín. Tanto afán conmemorativo puede resultar un atractivo para tapar lo evidente: la costa no está más. Punto (como dice Mingo).
2. Lo esencial es invisible a los ojos
La siguiente etapa comienza en la madrugada del 24 de diciembre del 2004 momento en que se aprobaron seis mega excepciones al Código de Ordenamiento Urbano de Vicente López. Esa jornada dio inicio a un proceso de transformación urbana en el área ribereña, cuyo resultado es el alumbramiento de la ciudad neo-liberal. Esto es, el desembarco de enormes inversiones inmobiliarias –estamos hablando de sumas que pueden abrumar a un país cualquiera, pero en este caso, concentrados en una franja pequeña de un municipio de gran Buenos Aires- y un proceso de gentrificación llamado a producir una honda fractura en el tejido social urbano.
Si partimos de una mirada puramente conceptual es porque la enorme cantidad de disposiciones sancionadas en el período 2004-2017 ya hace imposible su raconto y comunicación. No solo estamos hablando de una multitud de excepciones, que en términos más llanos implican permisos especiales para construir mucho más de lo permitido para el resto de los mortales (y la consabida sospecha de corrupción municipal, Jorge Macri, dixit) sino también y con acuerdo de la gobernación provincial, se modificó la línea de ribera, es decir que se convalidaron los rellenos sobre el rio ilegales y se legalizó la ocupación de las otrora tierras públicas a manos de actores privados.
Desde entonces se han sucedido numerosos cruces, reclamos y protestas que desde nuestra óptica, no acertaron en una oposición eficaz. Y esto es así, por la dificultad del debate en las que nos entrampa el neoliberalismo. Se ha cuestionado sucesivamente a los negocios poco transparentes envueltos en las excepciones, a la falta de un estudio de impacto ambiental, a la defensa del paseo público, a la ausencia de infraestructura urbana capaz de soportar la nueva demanda de agua, cloacas y electricidad, a la construcción del vial costero, a la preservación del bosquecito de Yrigoyen, a la privatización de la costa, etc. etc. etc. Frente a tamaño griterío uno puede escuchar a Jorge Macri decir orondo a sus vecinos, que se queden tranquilos, que nada se va a privatizar de la costa, que desde el vial costero hacia el rio es espacio público. (En La Web Noticia, Somos Norte, 9/7/17) casi como tomándonos el pelo.
Pero en el fondo lo que fue imposible discutir fue el modelo de ciudad, ya que poco más, poco menos, la hegemonía de la ciudad neoliberal sobre nuestros ciudadanos es indiscutible. Es la hegemonía del cemento, porque la obra pública y privada monumental aún está asociada al imaginario de progreso. Y este deslumbramiento abarca amplias capas sociales.
Una de las consecuencias de esta combinación desastrosa entre el confusionismo denunciativo y la hegemonía del cemento, fue que una cuestión capaz de voltear a cualquier gobierno como la sospecha de corrupción no hizo mella en el electorado local. Tanto García como Jorge Macri afrontaron escandalosas sesiones en el Concejo Deliberante y salieron indemnes con sendas reelecciones.
La otra consecuencia fue el transfuguismo político, ya sea tanto la de saltar el charco y cruzarse de partido, como la de bajar la intensidad de la oposición, y cínicamente hacerle el juego a los negociados. “Total a este no le entra ni una bala”.
Mientras tanto, la costa se fue llenando de torres premiun, polos gastronómicos, centros comerciales, oficinas, cines y auditorios para eventos. Pero sobre todo, la propiedad de la tierra pasó a manos del gran capital transnacional. Tierras públicas en un abrir y cerrar de ojos, mejor dicho en un levantar y bajar la mano, pasaron a ser dispuestas para el negocio privado, sin siquiera aplicar un simple mecanismo que permita al Estado Municipal disponer de una porción de tamañas ganancias y de esta manera llevar un poco de prosperidad a los barrios postergados del Municipio como el Barrio “Las Flores” o bien “El Ceibo”.
Pero la gentrificación no se agotó en el valor de la propiedad, en la oferta gastronómica y de entretenimientos, en la apabullante muestra de poder. También penetró en la nueva oferta de disfrute del espacio público: los Food Sound, las fiestas electrónicas con DJ Heatbeat y Cris Schweizer, la Burger Fest y la Wanderlust 108 o el Food Sound con los Foodtrucks. Todo esto bien provisto con los cacheos ilegales en los fines de semana, suficientemente molestos para disuadir a los visitantes exóticos.
Cuarenta años después, los proyectos de la Dictadura se hicieron realidad. Y vaya una más para Funes el Memorioso: El director del CEAMSE en la Dictadura fue Guillermo Laura, el mismo que dirigió la Autopistas del Sol de Mauricio Macri, el mismo que dirigió el proyecto de las autopistas porteñas durante la gestión Cacciatore. Y es un Macri, Jorge, el que completa el proyecto del neoliberalismo.
3. Postfacio.
Si comparamos esta con otras transformaciones de la costa de nuestra gran metrópoli, como por ejemplo la construcción de la costanera sur y el Puerto Madero y de la costanera norte, estas también fueron resultado de los rellenos al rio. Pero fueron obras públicas, (no rellenos clandestinos e ilegales sin un proyecto público) para la construcción de infraestructura de uso público, como fue en su momento el puerto de la ciudad de Buenos Aires, o más tarde un área de esparcimiento que contempló el uso de playas y el rio. Sólo en los ’90 Puerto Madero se convirtió en ese promontorio de la ciudad neo-liberal.
La ilegalidad de los rellenos sobre la costa y el rio y la corrupción de los permisos excepcionales para la construcción de los grandes edificios constituyen el plus de la escandalosa gentrificación, pero nunca el fondo del asunto.
Negociados de los empresarios/funcionarios o reestructuración urbana neoliberal, hete aquí el quid de la cuestión.

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