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Amame cis, amame trans.

  • Foto del escritor: Circo Criollo Revista
    Circo Criollo Revista
  • 9 nov 2018
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 29 nov 2018

Por Alexia Abaigar


En un mundo con escenarios tan contrapuestos donde por un lado las mujeres arman una revolución con una potencia arrolladora pocas veces vista en la historia, surgen al mismo tiempo cada vez más experiencias alarmantes como el avance de gobiernos de ultraderecha elegidos por el voto popular.

En medio de estos torbellinos y tormentas siguen florenciendo las microrevoluciones, las de las personas trans que se establecen como sujetos políticos para reclamar sus derechos de manera contundente al calor de la cuarta ola feminista. Individues que hoy en nuestro país tienen acceso el cambio de identidad en su DNI, gracias a la Ley de Igualdad de Género promulgada el 24 de mayo del 2012 durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

El caso

La aproximación al caso de Agus que da origen a este artículo, es a través de la óptica de su madre Andrea, quien acompaña a su hija en la transición que inició hace año y medio.

Esta madre -compañera-militante nos advierte que todes nos creemos muy progres de la puerta para afuera, hasta que nos toca acompañar una de estas situaciones en nuestra propia casa. Allí, precisamente, es donde deviene la verdadera deconstrucción. La que nos pone cara a cara frente a los prejuicios más retrógrados y dañinos de nuestra sociedad. Cuando de un ser queride se trata, en principio, hay dos vías posibles: negarlo y patologizarlo o romper con los preconceptos patriarcales y poner en práctica al amor como verdadera aceptación para retroalimentar ese feminismo que supimos conseguir.

Agustina

Andrea era mamá de Agustín, ahora Agustina. A sus 4 años pedía que le regalen una Barby para jugar con sus amigas –no tenía amigos varones- mamá y papá accedieron “para que sea la novia de Ken”. A la Barby se le sumó el disfrute de simular que tenía cabello largo usando un delantal en la cabeza, pero para Andrea esto siempre tuvo que ver con un juego.

A los 12, Agus decidió ponerle rótulo a su orientación sexual. Le dijo a su novia de la primaria que la dejaba porque se asumía como gay.

Los primeros temores maternales comenzaron en ese momento: Agus no se movía en un entorno gay, y aún era muy pequeña para salir sola. Entonces utilizó el recurso que tenía más a mano, las redes sociales. Ella nos cuenta “en esa época todo era vivido por mi hija como una tragedia, le angustiaba no saber cómo conocer a alguien, creía que nunca se iba a poder enamorar. Más aún porque todavía no tenía definida su identidad de género”. Y para su mamá tampoco fue fácil, temía mucho por su seguridad.

Cuando las aguas parecían calmarse en el hogar, llegó el momento culmine. Viaje familiar mediante, Andrea se acercó una noche a su hija y la enfrentó preguntándole qué le pasaba (nos aclara que para sus adentros ya conocía la respuesta). En ese preciso momento, eso que estaba latente, que se acercaba poco a poco a la superficie, finalmente asomó. Su hija le dijo, firme y decidida que siempre se había sentido mujer, desde chiquita. Que quería comenzar su transición.

Sexo-género

Judith Butler, de las académicas más importante de la temática de géneros y sexualidades, habla del sistema sexo-género para introducir la importancia de este último. El sexo lo identifica como la parte biológica, los órganos sexuales con los que nacemos asignades (testículos, pene, vulva, ovarios, útero, etc). Mientras que el género es una construcción cultural que delimita determinados roles y normas según los órganos sexuales con los que hayamos nacido. Lo interesante a resaltar es que estos roles de género no se dan en una sociedad igualitaria, si no en un sistema patriarcal, heterosexual y binarista (varón-mujer).

Butler utiliza la categoría “género performativo”, es decir, que la persona se ve obligada (de manera inconsciente en la mayoría de los casos) a adoptar ciertas características y comportamientos que resultan esperables según el género con el que nos identifiquemos. Lo que está por fuera de la norma es lo que se margina, lo que se excluye. Hay un manual de reglas implícito en la sociedad que nos indica cómo ser una buena mujer o un buen varón, y para no detenernos en esto último, pasemos directamente a pensar en el gris en el que quedan atrapados los géneros trans.

Entendemos por cis-género a las personas en las que coincide su sexo biológico con su identidad de género, por ejemplo: nacida con órganos sexuales femeninos → se identifican con el género femenino = mujer cis género. Mientras que llamamos trans-género a quienes habiendo nacido con, por ejemplo, órganos sexuales masculinos → se identifican con el género femenino = mujer transgénero.

Esos grises que están por fuera de la norma binarista mujer-varón cis, se traducen en personas de la comunidad trans a quienes se vulneran sus derechos, invisibilizades por ser una minoría que no cumple con la heteronorma.

Tiempo

A Agus sólo le faltaba ese pasito, sacarlo de la boca para afuera. De su círculo más íntimo recibió un abrazo y un pedido: su mamá y su papá le pidieron que espere un poco. “Le pedimos tiempo, los tiempos nuestros no eran los tiempos de ella. Una vez que lo sacó a la luz, quiso transicionar enseguida. Nosotres queríamos tiempo para asesorarnos. Yo no sabía qué hacer. Empecé a averiguar, a apoyarme en mis amigas, a usar mis redes. Todo nuestro entorno nos acompañó. Aunque mi marido le costó mucho más que a mí decirlo. Cuando le contó al grupo de amigos del barrio, le dieron el pésame.”

No tenían ningún caso cercano al cual poder acudir. Pero ahí apareció una conocida que trabajaba en INADI, que con mucha ternura invitó a ambas a que conozcan sus derechos y quien por primera vez mencionó el trámite del DNI para que Agus pueda moverse con mayor tranquilidad en la calle a la vista del hostigamiento de la policía hacia la comunidad trans. Y el segundo paso, y más anhelado por su hija: el tratamiento médico hormonal.

Por asesoramiento de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) obtuvieron el dato de un especialista del Hospital Durán del Servicio Integral de Atención a Travestis, Transexuales, Transgéneros e Intersexuales. Allí comenzaron el procedimiento que continúan hoy en día. En ese punto es donde comenzó el verdadero desafío familiar que consistió en contarle a todo el entorno que la Agus que conocían, se iba a transformar.

Este caso es aislado, dado que se da en situaciones ideales. La familia pertenece a un sector medio con conciencia de clase, que militan por un proyecto nacional, popular, democrático y feminista. Al día de hoy cuentan con prepaga (por más que en el Durán atienden a todes) lo que les facilita prácticamente todo lo referido a la salud y tratamiento hormonal. Pero esa no es la realidad de la mayoría de las personas trans, lamentablemente. Contar con condiciones estructurales básicas resueltas y un amor filiar sincero, que sostiene y acompaña sin importar nada más no suele ser lo más habitual.

El anhelo de Andrea -cuenta al finalizar la entrevista- es que su caso se conozca y hacer todo lo posible para que la red se extienda para que algún día no haya más mamás y papás asustades pidiéndole “tiempo” a sus hijes prontos a transicionar. Porque Agus esperó 16 años. Y no quiere esperar más.

Broche de oro

Agustina hace pocas semanas obtuvo su DNI, Andrea se lo cuenta emocionada a compañeras de militancia y amigas. Además, su hija está por cumplir 18. Tiene trabajo, está enamorada y piensa en qué va a estudiar. Su mamá cuenta “que siempre la sorprende para bien”, superando cada obstáculo con una rapidez y soltura inimaginable. Esto, sin duda, viene de la mano de una generación que crece surfeando la cuarta ola feminista que nos libera y nos invita a conectar con el goce y el placer que se nos arrebató a mujeres, lesbianas, travestis y trans durante tanto tiempo.

El futuro es feminista

¿Por qué nos importa tanto normativizar la intimidad? ¿Por qué apartamos, marginamos e incluso pretendemos eliminar a quienes tienen otras prácticas sexuales, otras formas de amar, de desear, de gozar? ¿Por qué nos aqueja tanto el aspecto físico y la vestimenta del otre, al punto de legitimar un sistema de odio que mata?

Este año y en las últimas marchas y Encuentros Nacionales de Mujeres, el reclamo de la comunidad trans al movimiento organizado de mujeres es que se ayude a visibilizar sus reclamos.

El machismo mata, el machismo oprime. El feminismo tiene por delante la inmensa tarea política de frenar a la derecha neoliberal ultraconservadora, que se rige por las mismas leyes del patriarcado. Tenemos que unirnos para que se caiga, pero para eso primero debemos hermanarnos, organizarnos y sorecer.

Amarnos cis, amarnos trans.

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