Ni flores ni bombones. Para la seño, igualdad.
- Circo Criollo Revista
- 21 sept 2019
- 6 Min. de lectura
Por Lele Rodríguez
Un concepto muy usado en el debate por la igualdad, es el de patriarcado. Literalmente, patriarcado significa “gobernado por el hombre jefe de la unidad social”, un ejemplo de este orden podría ser la familia tradicional. El patriarcado se expresa en la organización de la misma con la división sexual del trabajo. Gerda Lerner (1986) lo ha definido en sentido amplio, como "la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en general". En la actualidad se habla de la teoría dual capitalismo/patriarcado, entendidos como dos sistemas de opresión estructurados que se benefician de la subordinación de las mujeres, por ejemplo, a través de la división sexual del trabajo que legitima relaciones de poder, donde los varones quedan a la cabeza de este orden social, siendo las mujeres quienes toman el rol de subordinación. En relación al patriarcado aparece el concepto de género. La definición más clásica de género es; “la construcción social y cultural de lo femenino y lo masculino”. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que lo que se define como propio, para las mujeres y los hombres, es producto de un proceso social y en ningún caso está dado por la biología o la naturaleza. Lo más importante de esto es que, entonces, todo se puede cambiar y transformar. El concepto de género fue impulsado como uso por el feminismo académico para diferenciar las construcciones sociales y culturales de la biología. Estas construcciones sociales de género, que existen en todas las sociedades, determinan lo que se entiende por femenino y masculino, además del modo en que deben relacionarse. Se expresan, por ejemplo, en las nociones sobre la feminidad, la sexualidad, la masculinidad, mitos y prejuicios sobre las capacidades de las personas, en las leyes y en otros ámbitos de la convivencia humana. Esta comprensión del género ha generado que existan relaciones de poder entre hombres y mujeres, en un orden social que entrega privilegios a los primeros en desmedro de la vida de las segundas. Esto ampara situaciones como la división sexual del trabajo o la separación de espacios, roles y estereotipos de género que son absorbidos, incluso, antes de nacer. También es importante subrayar los aportes de los estudios de gays y lesbianas a los debates en torno a la construcción social de las diferencias de género. Centradxs en la lucha por sus derechos las disidencias, señalan con fuerza que la masculinidad dominante y la femineidad relacionada con esa masculinidad son “heteronormativas”,otra de las herramientas patriarcales para ejercer poder.
Esta diferenciación entre mujeres y hombres también se manifiesta claramente en el ámbito escolar. Dado que las escuelas son parte de nuestra sociedad y, en este sentido, también son escenario en el cual se transmiten mensajes de género. El concepto de “madre educadora”, como definitorio de los rasgos tradicionales de la docencia en el nivel primario, comprende a la relación tanto con el saber pedagógico como con la estructura laboral y organizacional del sistema educativo. La docencia, como trabajo en el cual predominan las mujeres, tanto por sus contenidos simbólicos y políticos como por su condición económica, conformó un proyecto moderno contradictorio. Por su carácter profesional, remunerado y público, permitió a las mujeres acceder a estudios medios vedados de otro modo y a un empleo masivo en el sector servicios; al mismo tiempo, representó un espacio de autonomía restringida interferida por la burocracia y la división social. Es la función de “educar” la que han desarrollado las mujeres porque socialmente la “posibilidad” de parir se trasladó a la “necesidad” de ser las cuidadoras y educadoras en la primera infancia y luego a ser docentes; en un contexto racionalista el conocer de modos intuitivos y la “emoción” quedó, de alguna manera, en el polo del cuerpo, las pasiones y lo femenino de las mujeres. Junto con el capitalismo estas funciones se desvalorizan ponderando a la enseñanza como un trabajo “apropiado para su sexo”: las mujeres ya venían educando en el hogar y sería “natural” para ellas seguir haciéndolo en la escuela.
La continuidad que se establece entre el rol materno y la actividad de las maestras, incide en cómo se valora su labor, más como un "apostolado" o un "sacerdocio" que como un verdadero trabajo asalariado y, encima, mal remunerado. En el momento en que surge el sistema educativo estatal, y como contrapartida de su inclusión en el mundo del trabajo, la escuela tendió a profundizar los rasgos “femeninos” en las mujeres maestras.
Tal como lo demuestra el documento histórico de 1923
Contrato de Maestras en 1923[1]
Este es un acuerdo entre la señorita.............................................................maestra, y el Consejo de Educación de la Escuela......................................por la cual la señorita .....................................acuerda impartir clases durante un período de ocho meses a partir del........................... de septiembre de 1923. El Consejo de Educación acuerda pagar a la señorita...................................................... la cantidad de (*75) mensuales.
La señorita....................................................................acuerda:
1.- No casarse. Este contrato queda automáticamente anulado y sin efecto si la maestra se casa.
2.- No andar en compañía de hombres.
3.- Estar en su casa entre las 8:00 de la tarde y las 6:00 de la mañana a menos que sea para atender función escolar.
4.- No pasearse por heladerías del centro de la ciudad.
5.- No abandonar la ciudad bajo ningún concepto sin permiso del presidente del Consejo de Delegados.
6.- No fumar cigarrillos. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si se encontrara a la maestra fumando.
7.- No beber cerveza, vino ni whisky. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si se encuentra a la maestra bebiendo cerveza, vino y whisky.
8.- No viajar en coche o automóvil con ningún hombre excepto su hermano o su padre.
9.- No vestir ropas de colores brillantes.
10.- No teñirse el pelo.
11.- Usar al menos 2 enaguas.
12.- No usar vestidos que queden a más de cinco centímetros por encima de los tobillos.
13.- Mantener limpia el aula:
Barrer el suelo al menos una vez al día.Fregar el suelo del aula al menos una vez por semana con agua caliente.Limpiar la pizarra al menos una vez al día.Encender el fuego a las 7:00, de modo que la habitación esté caliente a las 8:00 cuando lleguen los niños.
14.- No usar polvos faciales, no maquillarse ni pintarse los labios.

Otra cualidad requerida y arraigada a esta idea es la de vocación, relacionada con el desinterés y la entrega: la maestra debe ser feliz con lo que hace sin importar la retribución. Es un concepto identitario en la misma línea que asumirse señorita. Lo importante a destacar de la feminización de la docencia es la disminución del número de profesoras conforme avanzamos en etapas educativas. Está claro que en los estratos intermedios las mujeres van perdiendo protagonismo, dejando al descubierto los privilegios de los hombres dentro del gremio. A medida que la actividad sindical demanda más tiempo, son ellos quienes disponen de él, significando, una vez más: la pérdida de espacio de las mujeres en los ámbitos de representación sindical docente.
La escuela es un potente agente socializador, transmisora de creencias, ideologías y valores esencialmente de la clase dominante, es formadora de subjetividades y reproductora de las relaciones sociales existentes. Como las relaciones hegemónicas entre “lo femenino” y “lo “masculino” han intervenido en el proceso de formación de unx maestrx y, a la vez, en forma dialéctica, lxs maestrxs actúan sobre sí mismxs y sobre lxs demás en virtud de su apropiación particular de esas relaciones de género y de clase.
A partir de aquí es posible reflexionar e indagar en la relación entre la imposición de la mujer en tanto “ser para otrxs” y el ejercicio de la docencia en el nivel primario del sistema educativo con el “deber ser”. Pensar en la educación como una práctica social compleja, nos remite a una multiplicidad de dimensiones que la configura históricamente. Lx docente, como educadorx tiene un rol social, cultural y comunitario vital como encargadx de atender tales dimensiones en lxs demás y consigo mismx, por ello es importante revisar de donde provienen aquellas palabras que hemos tomado como naturales (señorita) y cuestionarlas. Si bien las mujeres y las disidencias estamos logrando acceder masivamente a todos los niveles de la educación, no resulta suficiente si aún nos definimos como “la seño” sin cuestionarnos su origen o si aún nos sentimos incluidxs realmente con el genérico masculino cuando en la composición de género en el empleo docente la base magisterial es femenina. Hay que desnaturalizar lo que está dado "por hecho", cuestionar lo que se aprende y lo que se enseña. Pero también es necesario participar de las luchas docentes, de las luchas por la educación y de las luchas por la igualdad de género y disidencias.
[1] “La Revista del Consejo Nacional de la Mujer” Año 4. Nro. 12, marzo 1999. Buenos Aires
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