top of page

Feminismos: ¿qué hacemos los varones?

  • Foto del escritor: Circo Criollo Revista
    Circo Criollo Revista
  • 4 mar 2019
  • 4 Min. de lectura

Por Diego Kopel

Todo proceso revolucionario trae abruptos cambios de paradigma. De pronto, todas nuestras cómodas certezas vuelan por el aire y nos cuesta hallarnos en la nueva realidad. Eso describe aproximadamente el presente de los varones en el medio de la potencia de la actual Revolución Feminista. Dicho esto, en todo proceso de transformación se puede estar junto a ese proceso o reaccionar frente a él. En esta oportunidad quisiera reflexionar junto a los varones que no se consideran reaccionarios pero sin embargo sienten algún tipo de incomodidad o desorientación frente a los feminismos.


Un primer punto para pensar es en qué medida nos ha atravesado el patriarcado en nuestras vidas; cómo nos ha moldeado una sociedad históricamente organizada en torno a la autoridad del varón. Claro que no hay una respuesta única. Dependerá de nuestra edad, situación socioeconómica, preferencias sexuales y demás. Pero si comenzamos a repasar nuestra vida, si empezamos a rever cómo fueron esos caminos que transitamos junto a muchas mujeres, hay una cosa en la que probablemente todos vamos a coincidir: hemos sido privilegiados. Cuando éramos chicos y empezábamos a fantasear en los juegos, un mundo de posibilidades se nos ofrecía solo por ser varones: aviador, futbolista, paleontólogo y así al infinito. Todos juegos que te llevaban fuera de tu casa, fuera de tu barrio. Al lado nuestro -porque en general jugábamos separades- nuestras hermanas o primas jugaban a “cosas de la casa”. El adentro versus el afuera. Así de condicionades arrancamos nuestra vida. No sería muy interesante hacer aquí una lista de ejemplos para esta cuestión; seguramente cada uno de ustedes podrá hacerlo sin demasiado esfuerzo. Por supuesto que en un sistema injusto también los varones cargamos con mandatos y limitaciones que nos perjudican. Pero al mismo tiempo, por detentar múltiples privilegios, debemos dar un paso más allá de una posible victimización, y más en el contexto actual donde las mujeres llevan adelante una amplia y organizada lucha.


Una vez reconocidos esos privilegios, el próximo paso es cederlos. Muchas veces nos preguntamos cuál es nuestro rol en las luchas feministas y trabajar en la cesión de privilegios puede ser un buen punto de inicio. Ceder no es fácil. Siempre es más tentador opinar, juzgar o tratar de imponerse. Ceder, en este caso, se puede manifestar en acciones concretas como escuchar, no juzgar, no imponer. Las mujeres son quienes llevan las banderas de estas luchas. Debemos corrernos de cualquier lugar protagónico ya que justamente sería contradictorio querer ocupar como varones espacios de decisión o poder. Además, ya tenemos mucho por hacer desde lo personal y en nuestros grupos de pertenencia mayormente masculinos. Es importante poder reflexionar junto a otros varones ya sea en espacios propios creados para ese fin o en cualquier ámbito de la vida cotidiana. Es allí donde debemos dar la pelea. Reflexionar y discutir con intensidad, romper con las certezas. Parar la oreja, escucharnos y escuchar a otros cuando se expresan y así poder detectar cosas que nos hagan ruido. Para romper con la masculinidad hegemónica debemos reflexionar sobre qué era ser hombre cuando nacimos y cuáles son las posibilidades de ser hombre hoy. Repasar los valores y sentimientos que nos han impuesto frente a los que fueron impuestos a las mujeres. La fiereza, la empatía, la crueldad, la belleza, la ternura, la responsabilidad, la culpa, el dolor. Dónde cae cada una de estas cosas hoy. Cómo nos relacionamos física y sexualmente con otres. En fin, es infinita la lista de temas para trabajar. Y ese trabajo no solo está relacionado a intentar modificar nuestra actitud en las grandes cuestiones del orden social. También existe aquello que se denomina “micromachismos”, pequeñas actitudes y comentarios que hacemos sobre todo en presencia de otros varones.


Es importante en este camino de deconstrucción cuestionarnos permanentemente. Pensar que no somos machistas es un sinsentido. Cómo podríamos no serlo habiendo sido cortados por la tijera del patriarcado. Claramente todos los varones somos machistas. Dependerá de cuánto estemos dispuestos a trabajar en la modificación de ese sujeto social en que hemos sido constituidos el grado de machismo que portemos. Un enunciado muy escuchado es “no todos somos así” referido a tal o cual comportamiento machista. Debemos intentar salir de esa reflexión individual y ver qué es lo que sí somos como colectivo y en qué podemos cambiar. Tenemos que apelar a la empatía, algo que se hace cada vez más difícil en tiempos de falsa meritocracia. Ser empáticos va desde ponerse en el lugar de una mujer que sufre la imposición violenta del acoso callejero hasta comprender que estas luchas no son una más, ni que están subordinadas a otras. De la misma forma que logramos con cierta facilidad detectar los privilegios de clase social y desarmar el discurso meritócrata, de la misma forma debemos poder desarmar nuestro pensamiento para detectar nuestros privilegios como varones.


Es un momento histórico que nos desafía a cambiar y debemos ser parte de ello. Las luchas feministas están modificando el mundo como pocas veces ha ocurrido pues ponen de cabeza no solo la forma de relacionarnos sino la esencia misma de la política. Tenemos por delante la construcción de un mundo más justo y todes debemos ser parte de ello.

Comments


bottom of page