top of page

Cuerpos en guerra

  • Foto del escritor: Circo Criollo Revista
    Circo Criollo Revista
  • 4 dic 2019
  • 5 Min. de lectura
Por Alexia Abaigar

ree

América latina convulsionada. Ecuador, Chile, Bolivia, Colombia, son algunos de los ejemplos en donde la calle es la protagonista debido a la marea de manifestaciones en contra de medidas antipopulares. En varios de los casos anteriormente mencionados, la respuesta de las fuerzas represivas – en la mayoría de los casos de los mismos gobiernos electos- ha sido la represión violenta con saldos incuantificables de detenciones, torturas y muertes.

Las noticias de las últimas semanas nos han sacudido con detalles escabrosos de asesinatos de mujeres en el contexto de estas represiones que nos invitan a seguir pensando porqué los casos más cruentos recaen sobre los cuerpos femeninos o feminizados. No sólo se acaba con sus vidas, sino que además en muchos de los casos hay ataques de violencia sexual y torturas al estilo de las peores dictaduras que pudiéramos recordar. En el caso particular de Chile, miles de mujeres han levantado su voz desde todas partes del mundo para visibilizar las violaciones que están sufriendo centenares de chilenas de mano de las fuerzas armadas del gobierno de Sebastián Piñera.

Para pensar este atroz fenómeno, la antropóloga feminista Rita Segato brinda valiosas herramientas de análisis en su libro “Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres”. Considera que a pesar de que los mayores casos de femicidios ocurren en el ámbito privado, hay una tendencia en aumento de asesinatos y violencias de todo tipo hacia cuerpos femeninos en el ámbito público que funcionan como aleccionadores. Si bien las mujeres no son el enemigo declarado, son sobre quienes se descarga con mayor crudeza la violencia por parte del Estado o de agencias para-estatales. Se daña el cuerpo femenino para amenazar al colectivo -en palabras de la autora- a través de la “pedagogía de la crueldad”.

Es interesante pensar esta problemática desde nuestro territorio ya que hemos protagonizado como fue creciendo el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries desde el primer Ni Una Menos (2015) hasta nuestros días. El 3 de Junio de ese año hubo un repudio contundente en el centro de Buenos Aires –que se fue replicando en otras ciudades importantes del país – a varios femicidios ocurridos esa última semana. Desde entonces, todos los años se replica la convocatoria. Le siguieron marchas multitudinarias por el 8M, paros internacionales de mujeres y la histórica media sanción en diputados de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo al calor de la marea verde. Además, en estas últimas elecciones de Argentina se hizo fuerte eje en la campaña electoral desde los sectores con representación popular para que se voten feministas en las listas, en un claro rechazo al modelo político neoliberal que incrementa la desigualdad social perjudicando principalmente a las mujeres más pobres.

Entonces, si con el empuje de los feminismos se logra avanzar en la organización en las calles, la visibilización de todos los tipos de violencias de género, en resultados electorales, etcétera, ¿por qué hay tal ensañamiento sobre nuestros cuerpos? En palabras de la propia Rita: “La rapiña que se desata sobre lo femenino se manifiesta tanto en formas de destrucción corporal sin precedentes como en las formas de trata y comercialización de lo que estos cuerpos puedan ofrecer, hasta el último límite. A pesar de todas las victorias en el campo del Estado y de la multiplicación de leyes y políticas públicas de protección para las mujeres, su vulnerabilidad frente a la violencia ha aumentado, especialmente la ocupación depredadora de los cuerpos femeninos o feminizados en el contexto de las nuevas guerras.”[1]

¿Habrá que pensar que estamos frente a un nuevo formato represivo sobre nuestros cuerpos dónde se descargan todas las perversiones posibles? ¿Será en parte un método reaccionario de la cultura machista al rotundo reclamo de las mujeres por igualdad de derechos y oportunidades? ¿O que aún falta más de lo que nos imaginamos y esta revolución feminista apenas está arrancando? Todas esas preguntas y muchas más nos hacemos las feministas cuando nos encontramos con noticias de asesinatos y torturas en nuestro país y en los países hermanos.

El caso de “la mimo chilena”, sólo por citar alguno, es paradigmático. En una de las movilizaciones en Santiago de Chile de estas últimas semanas, se llevaron detenida a Daniela Carrasco, artista callejera de 36 años conocida como “la mimo”. La encontraron asesinada con signos de tortura y violación colgada de una reja, con su ropa mal puesta. El caso trascendió recién un mes después por una fotografía que se viralizó de una actriz chilena que se vistió como “la mimo” para exigir justicia por su vida. A la tortura con complicidad del Estado, se le suma el silencio de los medios hegemónicos de comunicación, ya que sólo se pudo dar a conocer su trágica historia gracias a las mujeres organizadas y las redes sociales.

No podemos olvidar tampoco el caso de Marielle Franco, concejal de izquierda que fue asesinada en su auto de 3 disparos a la salida de un acto político. La fiscalía denuncia que fue una muerte intencionada de la mano del gobierno de Jair Bolsonaro ya que Marielle tenía un sólido activismo en derechos humanos contra la desigualdad social, homofobia y racismo y estaba trabajando en una Comisión representativa de la Cámara de Concejales para supervisar las intervenciones militares de Río de Janeiro. Este asesinato puso a Marielle como símbolo de la lucha de las mujeres brasileras que padecen las peores desigualdades sociales. En una contienda entre sectores afines al Partido de los Trabajadores de Lula y de todas las fuerzas de izquierda de Brasil contra la más tremenda versión de la ultra derecha de Bolsonaro, el cuerpo nuevamente lo puso otra mujer.

Rita Segato tiene la hipótesis que estos casos no son aislados, si no que estamos frente a un nuevo formato bélico donde la violencia contra las mujeres ya no es un efecto colateral si no que se ha transformado en el objetivo estratégico, incluso intentando que en muchas partes del mundo sea una nueva forma de (trágica) existencia.

Tendremos que seguir pensando y desarrollando herramientas para resistir a las violencias sobre nuestros cuerpos, que vayan de la mano de la batalla cultural, de seguir organizándonos y poniendo en palabras estos hechos, de tener cada vez más representantes feministas ocupando y transformando los lugares de poder y de que los varones se conviertan en aliados cortando con la complicidad machista que hay a su alrededor.

Los dichos del nuevo presidente electo, Alberto Fernández en relación a su postura del aborto legal, seguro y gratuito fue contundente: lo considera un problema de salud pública que hay que atender. Sus dichos sumados al voto afirmativo del año pasado en la cámara de senadores de la ahora electa vice-presidenta Cristina Fernández de Kirchner dan un contexto propicio para que en el 2020 podamos al menos saldar esta deuda que tiene el Estado con las personas gestantes. No debemos quitarle esfuerzo a los espacios que hemos ganado a través de los feminismos y a seguir exigiendo cada vez más políticas públicas. Estas acciones nos darán la base que necesitamos para garantizar un piso básico de derechos y evitar que nos vuelva a tocar de cerca el atropello de los sectores conservadores de derecha que ponen en riesgo nuestras vidas como está sucediendo en países vecinos.

De todas formas, aún no alcanza. Nuestros feminismos son modelo a seguir de otros países de la región, sin embargo lloramos una muerta cada 30 horas. Mientras transitamos este proceso transformador, nos duele cada muerte, cada tortura, cada violación. Nos duelen las compañeras, las estudiantes, las artistas, las trabajadoras, las militantes. Nos duele cada una de ellas en lo más profundo de nuestros cuerpos, mentes y corazones porque vivas, deseantes, y revolucionadas nos queremos.

[1] Segato, Rita Laura: Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres. En 1a. edición Puebla: Pez en el árbol, 2014

 
 
 

Comentarios


bottom of page