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JINETES DE UNICORNIOS

  • Foto del escritor: Circo Criollo Revista
    Circo Criollo Revista
  • 21 may 2019
  • 2 Min. de lectura

Por Ariel Lombardo

No me sorprendió tanto la vieja banalidad de las y los eternos detractores de la política, tampoco de la conocida e ilusoria marcha de jinetes de unicornios, como la conciencia de algunas y algunos propios.

Pretender la política como una épica personal de revoluciones a cuchillo en la boca y no como un sueño colectivo es desentenderse definitivamente de la construcción necesaria para cambiar la realidad.

La cosa no era la vía del trole y si no te subís jodete, así fue como nos bajamos del bondi sin nada más que la SUBE con saldo negativo, ni dejar de mirar para los costados y perdernos la cantidad que se corrían para vernos chocar con el espejo, sino volver a la conciencia de aquello que siempre nos convocó, la conciencia social.

A nadie le gusta el barro, pero quienes se lo viven ahí no quieren que te metas con ellas y ellos para jugar a sacarse fotos con banderitas, ni pretenden verte pasar con el puño apretado y en alto gritando sus consignas al viento, sino que si es necesario te metas al barro para ayudar a que salgan aunque sea chapoteando.

Esa es la diferencia entre un movimiento popular y un montón de consignas, la solidaridad social frente las pretensiones personales, la generosidad de bancarse contradicciones para tender la mano a quien nos mira desde la zanja, a mirar desde arriba con promesas que algún día, cuando se cumplan todas nuestras consignas, van a poder hacerlo por sus medios.

Cada momento histórico requiere de una lectura diferente, y cualquier manual de política básica dice en sus primeros capítulos que se trata de construcción de hegemonía, pero sin olvidar que el horizonte no son los discursos de púlpito, ni poner en el currículum las baldosas caminadas, el pibe con la mano estirada o la nena sin colegio, el viejo revolviendo la basura o la señora lagrimeando mientras elige cual de los remedios se compra merece un poco más de vos que tu espada simbólica en alto.

Volvamos a preocuparnos, a levantar del suelo las migas, a pensarnos mejores; que la historia es hoy y quienes esperan con la frente apretada contra la vidriera no nos quieren más a todos afuera sino, como cada vez que estadistas populares tomaron decisiones importantes, esperan que les demos las llaves para poder entrar.

Dale, venite, no te quedes arriba que la montura está vieja, discutamos entre nosotras, entre nosotros mientras hacemos la receta para que todos tengan el morfi, compongamos otro estribillo para dejar de gritar que vamos a volver y volvamos de una vez, pero mejores.


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