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La Columna de Juan

  • Foto del escritor: Circo Criollo Revista
    Circo Criollo Revista
  • 4 may 2019
  • 3 Min. de lectura

Por Juan Disante

Me encontré por Vélez Sarsfield con Rosa, una vieja amiga que hace años no veía. Después de muy formales saludos, me tiró el centro: “Perdonáme Juan”. Me di cuenta enseguida a qué se refería, entonces le repliqué: “¿Vas a votarlo de vuelta?”. Su grito desgarrador retumbó por todo Munro: “Nooooo…” Se puso lívida. Atiné solo a decirle ¿qué pasó?, pero vi una furtiva lágrima que se le escapaba sin remedio. Nos quedamos largo rato en un silencioso velatorio. Después de un largo pésame siguió diciendo: “Juan, me enteré que habías hecho una promesa de no sentarte en una mesa con quienes habían votado a Macri, pero hoy te puedo decir que te lo agradezco. En solo tres años, cambió mi vida. Se destruyó mi familia. Estoy sin trabajo y cada día se me hace más difícil dar de comer a mis hijos. No sé qué pasó, me siento muy culpable. ¿Cómo fui tan estúpida? Recién ahora me doy cuenta qué quería decir con “¡qué lindo culo tenés!, o cuando dijo una mujer no tiene otro destino que el de estar educando a sus hijos. Era pura discriminación”. Claro, Rosa estaba descubriendo el proyecto Macri por el lado machista. De modo de recordarle otras frases del presidente, y a modo de descarga, me animé a mencionarle algunas más: “Es tan delito robar la basura de las calles como robarle a un señor de la esquina”. “Conmigo se acaba la corrupción y el curro de los derechos humanos. Ningún pariente o amigo va a tener ventajas”. “Les puedo hacer mucho daño”. “¿Cuál es el país con el que sueño? Un país que no mienta, un país que te cuide, un país donde la gente no se rinda, un país que crezca y te ayude a crecer, un país que estimule el desarrollo personal y de la familia”. (Marzo 2016). Me despedí de Rosa con preocupados besos y abrazos. Y pateando latitas de cerveza vacías por las veredas terrosas de un Munro triste, fui haciendo mi autocrítica, que me hacía tomar conciencia que debería distinguir entre los sectores populares de incautos, y los sectores de la clase política argentina (Cambiemos-derechas-oportunistas). Es decir, entre los que se quedaron esperando la carroza y los que habían apoyado y votado todas las leyes desastrosas del ejecutivo, en un ejercicio vergonzoso de genuflexión política.

En el último mes, Mauricio Macri atravesó el período más resbaloso de su presidencia. Se pueden mencionar tres acontecimientos inter relacionados estrechamente: la muerte de su padre, la prisión del espía ilegal D´Alessio salpicando a toda la mafia judicial, y el Congreso del la Lengua en Córdoba. Los tres actos están emparentados para mostrar el centro de su real sentido ideológico. Esto es: A) El presidente tuvo siempre una secreta relación de competencia con el hombre que supo hacer millones a costa del Estado desde el comienzo, Franco Macri. Después de su fallecimiento se abre en M.M. un dominante espacio de ausencia no superado, junto a la paralela búsqueda de su propio origen, donde el significado desparece totalmente como ley, el “abandono” de su padre y una pulseada con él, como padre que ordena el sentido de la representación. Allí se descubre un vacío psicológico, un pozo sin fondo irresoluble, a partir de haberlo escuchado decir que su progenitor estaba “vinculado con las mafias”. B) En segundo lugar, la cuestión de lo que aparece a partir de las complicidades corruptas entre su fiscal favorito y el falso abogado, en el fondo, tira por tierra toda la filosofía de la “pos verdad” por cuanto compromete su orden de encarcelar sin causas a opositores y acorralar a sus competidores de la “Patria Licitatoria“, con las ridículas fotocopias de los cuadernos. C) Pero la mayor “calentura” del presidente se visualiza cuando quiere expresar ideas confusas, en general con mucho oxímoron y contradicciones en su afán de aparecer como quien quiere “cambiar la realidad”, disparate que sostuvo varias veces. En todos sus gestos se rechaza la vida real, de apariencia estable, con conceptos muy falsos, enrevesados, mal corregidos, en donde encuentra la Razón Pura como un verdadero cerco (¿o corralito?) para su palabra. En efecto, en el congreso de Córdoba mostró un gran papelón hablando confusamente con figuras retóricas de una indisimulable colonización de una lengua única. Y frente al público, expresando un convencimiento que la literatura es sinónimo de mentirosas ficciones y tomando a los amantes de las palabras como pasatistas desopilados y retrasados.


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