LA LIBERTAD
- Circo Criollo Revista
- 20 abr 2022
- 4 Min. de lectura
Por Leonardo Alonso

La derecha vernácula ha logrado un éxito abrumador con la construcción de sentido, no sólo por haberse adueñado de los medios de comunicación, sino por la falta de respuestas de quienes proponemos equidad, con la política como principal herramienta.
Pero la extrema inequidad no es patrimonio de nuestra querida Patria, aún siendo parte del Continente más desigual del mundo, el contexto internacional no escapa a sus garras, y por ende a sus consecuencias, tanto inmediatas como a mediano plazo.
Históricamente, la derecha necesitó tomar el poder por la fuerza, para lo cual debía demonizar la política y deshumanizar a sus militantes, llegando a utilizarse este último concepto como un adjetivo casi insultante. Llevar la discusión a una superficialidad desesperante y sin matices, hasta que pierda todo el sentido.
Lejos de equilibrarse, la cosa se puso peor, y sólo fue el camino para que en la actualidad entren por la ventana, con el culo al aire y con absoluta impunidad, pero con la legitimidad de haber sido elegidas/os/es.
La construcción de sentido, por caso de la banalidad de la política, necesitaba además de la idea del individualismo como base de la construcción social, de ese modo, la suma de proyectos individuales era de por sí la cimentación de una sociedad moderna y eficiente, es decir que la famosa movilidad social ascendente no requeriría de una idea colectiva y con equidad, sino de un montón de gente haciendo cosas para ganárselo, a lo cual se sumaron ideales de sobre de azúcar que señalaban el merecimiento, una especie de meritocracia mística carente de sentido social.
Todo esto tiene además otro objetivo concreto, la apropiación de conceptos, que se verbalizan a veces en forma absurdamente contradictoria, como si nada tuviese otro significado que el que vocifera en estrados de barro.
La libertad es uno de aquellos conceptos, tristemente despedazado por la brutalidad de quienes se imponen desde el sinsentido. Complejizando un poco, sabemos que ni siquiera es una idea absoluta, peinada desde hace siglos dentro y fuera de la organización social coyuntural.
Independientemente de las definiciones de sociabilidad de las personas, la construcción de las sociedades, se las mire de la perspectiva que se las mire, no se desprenden de su organización comunitaria, como seres sociales, nuestras acciones siempre afectan a alguien más. ¿Cómo sería posible entonces la idea de la libertad en términos absolutos?, no hay posibilidad que algún momento exista un conflicto entre dos o más personas pretendiendo ejercer su derecho a dicha libertad. Una obviedad que hasta puede generar ceños fruncidos a esta altura del artículo.
El asunto entonces es que no es posible hablar de la complejidad de la organización social desde la simplificación de conceptos, si les suena contradictorio les invito a escuchar el discurso libertario. En ese ideario, la libertad es hacer lo que se nos antoja, siempre y cuando alguien más no deba pagar los costos, cuestión que no sólo es una contradicción flagrante ya que en el mismo enunciado ya existe un límite, sino que además se reduce la idea de “consecuencia” a un asunto exclusivamente económico. El absurdo no queda allí, sino que se propone la eliminación, en tanto posible, del Estado como regulador, siendo que para la fantasía libertaria, se debería poder “privatizar” hasta las calles, dando la administración a personas que vivan en ellas y podamos elegir con libertad por donde transitar en función de los servicios que ofrezca cada administración tras el pago de un “peaje” o algo así, concepto vertido por el mismísimo representante del “anarco liberalismo” en persona en un programa de televisión abierta, sin el previo consumo de hongos alucinógenos.
Es decir que para hablar de libertad llegan no sólo a dar ejemplos llanamente estúpidos e inaplicables (no vamos a detallar la lista de problemas para implementar semejante pavada) sino que para ejercer la libertad, por ejemplo de elección, deberíamos pagar para circular, y si eso les parece absurdo, complejicemos un poco más.
Para otorgarle sentido al parlamento economicista, siendo cordial, nos cuentan que hay ideas predecesoras, la organización se logra con la magia del mercado, que va puliendo las asperezas de la injusticia al consolidar un ideal, que quienes prestan un mejor servicio al menor costo consigue automáticamente la preferencia de otras personas que a la vez se ajustan al mismo proceso. En la azulada tierra del nunca jamás tal vez se pueda soñar con semejante quimera, aunque para se aplique su idea de libertad se debería partir de un lugar de equidad e igualdad de oportunidades, debería de dejar de existir la herencia (por ejemplo), los monopolios, sin contar las innumerables necesidades básicas insatisfechas de millones de personas con expectativa de hacer uso de su libertad de elección, pero ya hay algunos ensayos de respuestas que profundizan aún más la locura, tales como que si existe un monopolio es porque no hay quienes puedan resolver mejor ese desarrollo, aunque esto signifique que a partir de allí se pulverice su propio concepto de mejor servicio o producto al menor precio, increíble.
Tal es la profundización de la inequidad, que han invertido el sentido de sus propios conceptos, consiguiendo que personas que ni de cerca acceden a privilegios minoritarios, los defiendan por miedo a que si alguna vez pueden acceder, alguien se los quite.
Pero todavía quedaría por resolver desde la realidad, y sabiendo que no partimos de bases de equidad e igualdad de oportunidades, ¿De qué modo una persona sin recursos tiene la libertad de acceder a los productos y servicios de los que hablan?, es decir, si partimos del concepto superficial y absoluto del planteo, todas las personas tienen la libertad de comprar una casa, pero si no tiene los medios, no tuvo siquiera la oportunidad de conseguirlos y existen factores ajenos a lo individual, esa libertad es una fantasía más de los creadores de la mano invisible que sólo acaricia a poca gente.
Esta demencial construcción de sentido ha conseguido entonces bastardear la idea de libertad que no sólo supimos defender desde la soberanía del pensamiento, sino desde la misma organización social comunitaria, que nos define como humanas/os/es.
La libertad es impensable desde el individualismo, desde lo absoluto sin contradecir lo anterior, desde la idea misma de la solidaridad o la empatía y siempre tiene límites tangibles, que jamás pueden sobrepasar el bien común.
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