Malvinas, 40 años (VI)
- Circo Criollo Revista
- 8 abr 2022
- 5 Min. de lectura
La otra Semana Santa
El 10 de abril de 1982 era sábado. Era Semana Santa. Y en el marco de la llegada a Buenos Aires del secretario de Estado de EE.UU., Alexander Haig, se produjo una enorme movilización a la Plaza de Mayo, que algunos observadores contemporáneos calcularon desde unos 150 mil hasta 300 mil personas.
Todos los canales de televisión, porteños y ‘nacionales’ – en esa época solo de aire-, las radios, la prensa en general promovida por la dictadura, fue el motor central de esta convocatoria.
Un consenso activo, que semejaba a unánime, despertaba por lo menos cierta turbación, desorientación, en diversos analistas.
Estaba ahí encarnada una parte de los significados sociales que la causa Malvinas representaba para el pueblo argentino.
Seguramente estas cifras pueden expandirse a un universo más amplio, de contarse con alguna encuesta realizada entre el 2 y el 10 de abril.
Las colas de voluntarios, las donaciones, las expresiones de apoyo de los exilios y de los presos políticos son también indicadores cualitativos de estos significados y del amplio campo que incluía.
Quizá la máxima expresión de este estado del consenso Malvinas pueda hallarse en la fotografía de Delia Giovanolla, Abuela de Plaza de Mayo, portando un cartel que rezaba: Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también.
Uno de los columnistas destacados para el conflicto del New York Times, Edward Suchmacher, escribió en abril de 1982 una columna que es un todo paradigmática sobre la interpretación unanimista de los argentinos, llena de prejuicios y lugares comunes intelectuales. El titulo mismo ya es una invitación a la risa: Myths, Honor and Machismo at stake in the Falklands. Argentine national character my count more than law in the conflicto.
Conquista española, extensión territorial, inmigración europea son las claves para articular las nociones de mito y magia producto de la sociedad de la conquista, la falta de apego a la ley, el honor machista, la ausencia de moral o la lealtad a la familia y a los amigos.
“En el caso de las Falkland, es casi imposible encontrar a un argentino que conceda la mínima valides a las reclamaciones británicas.” Esto es comprensible, afirma el NYT, ya que los niños argentinos en edad escolar han sido inculcados de los derechos argentinos desde que los británicos ocuparon las islas hace 149 años.
“Lo que es más difícil comprender es que los argentinos auténticamente no pueden ver que su utilización de la fuerza militar haya sido lo que provocó la crisis, o sea que esta acción pueda haber estado equivocada.
Cuando se interrogó a una psicoanalista argentina para que diera una explicación a este ‘punto ciego’ nacional, ella misma no pudo ver cuál era el problema.”
Entonces, el problema nacional es idiosincrático, parecería querer concluir esta columna, que no se priva, por otra parte, de citar a Borges, a Martínez Estrada o a García Márquez.
Casi en el mismo momento la revista Humor R publicó su primera columna política, a cargo de Enrique Vázquez, ciertamente influido por el impacto de las movilizaciones en apoyo a la recuperación de las Malvinas.
¿Cuál fue la lectura de las movilizaciones populares del 2 y del 10 de abril que hizo uno de los pocos espacios periodísticos no comprometidos con el poder militar? Es decir, algo así como una lectura alternativa a la columna del NYT.
Dice Vázquez, que “después de tanto coqueteo con las elites economistas… los militares han descubierto lo formidable que es el protagonismo popular.
Y no me estoy refiriendo a protagonismo del 2 y del 10 de abril. Me estoy refiriendo, con todas las letras, al 30 de marzo. El día que cambió la historia.”
“Ya dije y sostengo, que este es un país nuevo. Se acabaron los mitos: cualquiera puede llenar la plaza y levantar los brazos. La sangre no pasa por los balcones, sino por la multitud de allí abajo; de aquí abajo, mejor dicho.
Este país nuevo ya no queda espacio para los economistas que tienen la fórmula de la verdad ellos solos, ni para líderes carismáticos que con cuatro slogans bien aprendidos manejan muchedumbres dóciles.”
La lista de consecuencias que implicaron el 2 de abril para Humor R no termina en estos dos argumentos sobre el cambio de las políticas económicas, suponiendo la cancelación del neoliberalismo, o las nuevas bases de la vida política, cancelando a la dirigencia política ‘congelada’ por la dictadura. Es en esencia una mirada en tono crítico a los liderazgos populares que ubica en términos de mitos, carismas y muchedumbres manipuladas.
Retrospectivamente podemos observar cuánto de deseos exudaba esta nota y cuánto de probabilidades. En este juego, en ningún escenario aparece la guerra y su desenlace como una condición central para comprender las consecuencias de esta coyuntura política. Aún no se había publicado la doctrina del shock.
Hasta aquí el relato puede concebirse como un increíble momento de unidad nacional. Pero Malvinas, la causa y Malvinas, las memorias, contienen no solo posturas muy diferentes, y no sólo en el presente. Es posible recuperar algunos puntos de vista antagónicos durante los días de 1982 en que vivimos en conflicto con el Reino Unido.
Durante las ‘rondas de los jueves’ en Plaza de Mayo, las Madres, Abuelas y otros organismos de DDHH sufrieron repudios por su persistente lucha, algunos expresados en forma individual pero otras veces, realizados por organizaciones políticas de ultra derecha. Era ostensible que las expresiones de los organismos de DDHH alteraban el clima de unanimidad, aún más allá de su voluntad, y despertaba variadas reacciones en su contra.
Pero incluso en la misma movilización del 10 de abril, los momentos de unanimidad no fueron tan contundentes y la frecuencia de las expresiones disidentes habla de concepciones políticas e ideológicas que la dictadura no había reducido a polvo de archivo.
Si bien esta jornada es muy recordada por la frase expresada por el dictador desde los balcones de la Casa Rosada, ‘Si quieren venir, que vengan. Les presentaremos batalla’, la plaza tuvo su cruce de expresiones.
Las consignas generales del tipo de Argentina, Argentina! continuadas con Lo vamos a reventar…! estimulaban una corriente que desdibujaba matices y alcanzaban su clímax cuando la plaza se movía al calor de ‘el que no salta es un inglés..’
Entre las más originales para la ocasión, rescatamos dos ‘cantitos’ singulares, de claro corte belicista:
Ay ay ay ay
Que risa que me da
Si quieren las Malvinas
Que las vengan a buscar…
No cabe duda,
No cabe duda,
La reina de Inglaterra
Es la reina más boluda.
Más allá de este horizonte que se recortaba sobre la recuperación de Malvinas, emergieron diferentes coloraciones políticas que oscilaban entre la difusa arena procesista y las expresiones confrontativas con la misma dictadura.
Entre las primeras es muy impresionante el cantito que simplemente adulaba al dictador: ‘Borombombon, Borombombon, Sali Galtieri, Sali al Balcón…
Como aquella que representaba poco más que un registro del nacionalismo reaccionario, del cual se nutrían las bases sociales de la represión: Ni yanquis Ni marxistas…Malvinas Argentinas.




Desde el otro campo, no simplemente se contraatacaba con ‘ se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar…’ sino también se recuperaba muy oportunamente el ‘Patria si, colonia no’, al que luego podía precisar con un contundente ‘Ya se van, ya se van… Se fueron los ingleses, que se vaya el Alemann…’ o el ‘Mandarina, mandarina, no queremos ni yanquis ni ingleses aquí en la Argentina…’.
La plaza también permitió identificarse con sus organizaciones políticas y sindicales: fue una plaza de la CGT, de Perón y de otras expresiones partidarias.
El aparato represivo estuvo atento a esta dimensión, pero la masividad de la convocatoria hizo que la cantidad de servicios de civil desplegada para la ocasión haya sido en cierta manera, inútil.
¿Fue el estado de consenso social de Malvinas un elemento central para que el poder militar no se alinease con las presiones norteamericanas y optase por una retirada negociada? ¿O fue la Thatcher quien se la hizo difícil a los militares?
Mientras la flota naval inglesa avanzaba hacia el sur, se desarrollaba la mediación norteamericana.
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