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MIOPES

  • Foto del escritor: Circo Criollo Revista
    Circo Criollo Revista
  • 27 feb 2022
  • 7 Min. de lectura
Opinión
Por Leonardo Alonso

LA TRAMPA

Hace ya varios años que no dejo de sorprenderme, y debo confesar que la mezcla de enojo e incredulidad me impide racionalizar lo suficiente para analizar debidamente la cuasi demente catarata de mensajes políticos de la derecha vernácula. Sorpresa por su inconcebible cinismo, y enojo e incredulidad, porque pueden hacerlo sin pagar el lógico costo de semejantes discursos, diatribas y hasta contradicciones flagrantes a plena luz del día.

Parece aquella vieja técnica de esconder algo dejándolo a la vista, pero una retórica absurda, rayana con lo satírico, si no fuese por el daño que ha hecho y sigue haciendo.

Pude recordar con cierta nostalgia aquella derecha reaccionaria y conservadora de la generación del 37, cuya “Revolución de las ideas” no era más que la continuidad de lo establecido, una especie de imposición tardía de lo ocurrido en el viejo continente hacía siglos que buscaba nuevas tierras donde establecerse. En aquél momento, el discurso insultante, colonialista y racista, venía de hombres intelectualmente brillantes, expresaban su desprecio con un análisis que podía prestarse a la discusión, y actuaban con una frialdad pasmosa, logrando correr del medio a cuanto criollo intente ponerse entre ellos y sus intereses foráneos, por más medallas ganadas y entrega a nuestra amada Patria.

Esto último no cambió, pero en una vuelta histórica, con varios golpes y proscripciones acompañando desde la banquina, la derecha actual, igual de reaccionaria, conservadora, racista y bestial que aquella, profundizó su discurso, y logró naturalizar bestialidades del siglo 19, pero esta vez sin ningún soporte racional o formación política.

De este lado de la mecha, como sorprendides ante la imposibilidad de respuesta, permanecemos con impavidez, analizando nuestra propia parálisis y agregando ocurrentes etiquetas a los cachetazos que no paramos de recibir y no nos dejan salir del rincón.

Amigas, amigos, amigues, nunca existió la postverdad, las “fake news” tienen casi tantos años como la civilización moderna, la crisis del 30 empezó con una, para dar un ejemplo un poco más cercano, y las “batallas culturales” no se ganarían haciendo mesas redondas para contarnos a nosotres mismes que vamos perdiendo.

Pocas personas en nuestra historia comprendieron de qué iba la cosa, algunas de ellas se encontraron de pronto en la puerta del laberinto, aunque cabría recordar que otras la hicieron giratoria y volvieron a entrar con cara de superioridad.

En realidad pasó lo de siempre, no es posible entender el presente sin analizar el pasado, así como no hay forma de leer nuestra historia sin alejarse para releerla mirando el mundo.

No vale la pena, a los efectos de este artículo, profundizar los aspectos políticos e históricos del desarrollo y organización económica de Argentina y el mundo, en una lectura superficial me atrevo a afirmar que la continuidad histórica sólo fue interrumpida por algunos procesos políticos que activaron inmediatamente los pacientes e inescrupulosos anticuerpos del establisment, claro, en nuestro caso, fue tan fuerte el cimbronazo que después de casi 80 años siguen pasando el trapo, aunque lamento pensar que cada vez les cuesta menos raspar la mancha.


EL ESPEJO DE LA TRAMPA

Me pregunto entonces si no será momento de mirarnos un poco, de asumir de una vez que en realidad no habíamos resuelto todas las cosas, es más, probablemente hicimos algunas tan mal que ya nos ganan en nuestro terreno, sin demasiado esfuerzo, y apelando a la historia con recursos que conocíamos bien.

Las emociones provenían del bienestar, los discursos se apoyaban en la acción, sin demasiados miramientos, pocas personas entendieron que no es posible comprender un movimiento de masas, heterogéneo, con vocación de mayorías y constructor de hegemonía, desde una idea unívoca o conservadora. Tampoco es mi intención dar clases a nadie de cómo entenderlo, pero me resulta un oxímoron, por ser condescendiente, hablar de homogénea heterogeneidad.

El asunto es hasta dónde podemos ver, con qué intenciones, y qué recursos estamos dispuestas y dispuestos a usar.

No hace falta caer en viejas y remanidas frases de colchón, pero siento que nos fuimos quedando miopes. Hace unos 77 años la mirada estaba puesta en la universalización, una verdadera revolución que hoy se estudia como políticas públicas con perspectiva de Derechos Humanos, eso puso en pie de igualdad de oportunidades y derechos a las grandes mayorías, y era desde ese eje que se desarrollaban las construcciones políticas, nadie podía, o pensando políticamente debía, quedarse afuera de ese desarrollo, no había forma, los dueños de todo estaban groguis, no les entraba en la cabeza cómo había pasado, cómo era posible que ese trabajador comparta su playa en vacaciones o envíe a sus hijas e hijos a la misma universidad que los suyos, inexplicable para una historia que venía tranquila para los escritorios lustrados.

Hoy en día percibo que la mirada ya no está en quienes serían destino del trabajo político, sino, en el mejor de los casos, obtener los recursos para llevarlos a cabo, y disculpen la generalización que acepta honrosas excepciones, pero semejante reducción ha abierto las puertas de la banalización y demonización de la herramienta más importante para mejorar la realidad, la política. Y sigo el tremendismo, tal vez excesivo, al visualizar no sólo que les es fácil atacar ese flanco, sino que observo grandilocuentes explicaciones de las razones por las que no podemos hacer lo que nuestros interlocutores necesitan.

Mientras pasa esto, veo centenares de dirigentes con historias bajo el brazo, con proyectos abiertos, pero sólo si los conducen a su antojo, a índice en alto explicando errores ajenos en una especie de domo circense, como si no fuesen parte del escenario y su historia.

La miopía no es reversible, y puede agravarse, las peleas por los recursos políticos se extienden al resto de las necesidades propias y de pronto nos encontramos hablándole de la gente a la militancia, y va llegando el momento en que ya sólo hablamos entre dirigentes, lejos quedó la gente y sus realidades, lejos las formas de devolverles los derechos que hoy son apenas lejanas ideas debido a las necesidades urgentes. No esperemos llegar al día en que decidamos subir a un escenario con gradas vacías de militantes.

No es una mirada negra, ni pretendidamente aleccionadora, lo maravilloso de la política es su dinamismo, siempre hay posibilidades, siempre pasa algo que deja ver un camino, pero es necesario, de una vez por todas, comprender que no se trata de nosotras, nosotros, nosotres, sino de ver nuevamente que esas necesidades son derechos negados, y suponer que pueden esperar hasta que nos de la correlación de fuerzas, o aún peor, fingir demencia, es una traición a aquellos ideales.

Lo irrisorio del asunto es la impunidad con la que se repiten algunas barbaridades, que encima atacan el bienestar de millones de personas que irracionalmente defienden verdugos asumiendo las miserables consecuencias a las que serán sometides, increíblemente, trabajadoras/es perciben que deben darle la razón a quienes despedazaron los derechos laborales y duplicaron la desocupación en nombre de la creación de puestos de trabajo, increíblemente personas que sacaban créditos para pagar la luz escuchaban como un tipo que hacía de presidente les decía que ahora tenían la dignidad de pagar lo que debían, vemos como casi la mitad de la población asume que quienes nos endeudaron como nunca antes en la historia, lo hicieron por culpa de un gobierno que ellos mismos afirmaron al principio de su gestión que habían dejado una sola cosa buena, el desendeudamiento.

Esto, sumado a irrepetibles frases autoincriminatorias de delitos cometidos en la función pública, con causas, fotos, videos, confesiones y demás hechos de una obviedad que asusta, me lleva a la conclusión que han logrado inundar de sinrazón la opinión, apelando exclusivamente a lo emocional, eso no sería grave si leemos viejas historias, pero cuando observamos que gente que compra limones en cuotas defienden pooles de siembra que evaden 4000 millones de dólares al año, la cosa se pone peluda.

Ya no sé si es adecuado ponerle nombre o estudiar sociológicamente semejante atrocidad, lo cierto es que los problemas que intelectualizamos no hacen mella en sectores que se aburrieron de la teorización de los fracasos y piensan que carajo van a morfar en unas 4 horas. Pero insisto en que la cosa no termina ahí, sino que nos quedamos pedaleando en la arena, hablándole sólo a quienes queremos incorporar a la clase media, olvidando de pronto a millones que nos miran justito después de cruzar la medianera, incluso gracias a las políticas que defendemos y aplicamos, es decir que los resultados fueron tan buenos que quienes peleaban por el puchero, nos empezaban a criticar por el precio de las carpas en Villa Gesell diciendo que lo consiguieron en la soledad de su esfuerzo y que nosotres le regalábamos planes a vagos gracias al precio de la soja durante todo nuestro gobierno, demencial.

A pesar de todo, debimos medir que era necesario continuar y profundizar la mejora, pero en vez de eso, el serpentario ya había esperado demasiado y aprovecharon nuestro enojo con el mundo del desagradecimiento para empezar a profundizar la bronca usando nuestro propio discurso, ensanchándolo y agravándolo hasta el cansancio y así naturalizar cualquier barbaridad en nombre de algo que se contradice con su propio espíritu, o sea, el binarismo llevado al extremo, la apelación al odio y la despersonalización, la enajenación de ojos inyectados en sangre para naturalizar discursos banales y violentos, falaces y hasta salvajes en nombre de un enemigo inhumano.

Creo que debemos despertar del letargo minimalista, de nuestros propios ombligos y su exhibicionismo permanente, del olvido a los proyectos políticos colectivos de cara a la gente que pretendemos representar dejando de suponer que tenemos más para enseñar que para escuchar de quienes se rompen las suelas atajando las consecuencias de la rosca miope.

La política siempre da el lugar, las posibilidades son muchas, hay tiempo de ampliar la mirada, proyectar en serio y cambiarse los anteojos, sacarse la pelusa y entender que podemos caminar abandonando de a poco las mezquindades y entender que no somos nuestra historia, que esos lugares no nos pertenecen, que nadie nos debe nada por un manual que escribimos nosotres, y que con generosidad podemos desterrar los desatinos.

No hay muchas otras formas, ni otros tiempos.



 
 
 

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