Nunca Más Solas, rezan los muros de cada compañera.
- Circo Criollo Revista
- 21 dic 2018
- 4 Min. de lectura
Por Alexia Abaigar y Eugenia Snaider

En cada grupo, en cada testimonio anónimo o con nombre y apellido, en las páginas, en los chats, en los mensajes a la actrices que desataron la continuidad de esta ola feminista, que nos desataron. En la calle, en el tren, nos miramos a los ojos y leemos la misma leyenda: Nos Tenemos.
Escribir sobre este aluvión reconocido como el #MiráCómoNosPonemos, a poquitos días y todavía con la emoción en la piel, es tan complejo que nos tuvo por horas en blanco frente al papel repensándolo todo. Con temor a pifiar en las ideas porque al fin y al cabo si hay algo que aprendimos en el feminismo que transitamos es que todavía nos falta un montón, que somos infinitas deconstrucciones, que todo lo que estamos moviendo vuelve como un eco a desarmarnos una vez más, pero esta vez encontrándonos abrazadas.
Nos dormimos tarde leyendo los diarios y nos despertamos temprano buscando las novedades en las redes sociales, por voluntad propia o porque alguna nos alerta, y ahí está, otra denuncia más de alguien que se animó a hablar, en la Universidad, en el trabajo, en nuestra militancia, en la familia. Un estallido de casos de abusos, acosos y violencias por todos lados, y los medios se hacen eco de ellos. Por un lado nos alegra que el feminismo cope los diarios, la radio, televisión y medios alternativos. Que los hechos aberrantes por fin tengan consecuencias, nos esperanza. Por otro lado, miramos todo atentas, críticas y escépticas porque le siguen dando el mismo espacio a los victimarios como en la entrevista de Mauro Viale a Juan Darthes, porque siguen abordando estas temáticas tan sensibles sin especialistas que puedan orientar. Porque continúan poniendo en duda nuestra voz y así es como nos vuelvel a violentar, a abusar, a golpear.
Leemos los artículos de las feministas de siempre, de las nuevas. Nos pensamos. Prestamos atención a las conversaciones del transporte público, los lugares de trabajo, los clubes, las amigas, y la actitud es la misma: estar para bancarnos, para poner la espalda, estar para dar más fuerza a las que estamos reviviendo y seguramente, captando por primera vez aquel momento en el que fuimos abusadas y violentadas. Caladas hondo. En un día cualquiera. Revolviendo las imágenes que se disparan solas.
Miles de mujeres poniendo en palabras el dolor silenciado durante largos tiempos, relatos que nos obligaron a dimensionar la magnitud del sistema en el que nos encontramos, una vez más cara a cara contra el violento patriarcado.
Subidas a la ola de la revolución -porque no hay término que lo defina mejor- recibiendo a aquellas que todavía no habían despertado en el feminismo.
Creemos que gran parte de nosotras ya estaba preparada para dar esta pelea, y creemos que el nuevo empujón que las actrices, con Thelma de delantera nos dieron, fue el pase de gol para arrancar ganando este partido. No es una batalla cómoda, no es una fiesta aunque nos despertemos con sabor a triunfo, es una batalla necesaria, la necesita nuestro cuerpo, nuestro proyecto feminista, y nuestras pibas, las del futuro y las que nos robaron. La necesita nuestra memoria.
El dolor de la otra es el dolor de cada una, y eso es algo que los varones no van a poder comprender, el dolor nos hermana porque es el dolor de nuestro cuerpo colectivo oprimido por un sólo hecho común: nacer dentro de la categoría mujer. Del no querer estar ahí, del sentirnos obligadas, doblegadas, atemorizadas, aterrorizadas. Esa experiencia corporal, emocional y mental es intransferible a quienes no han atravesado por ello. Por eso cuando escuchamos, vemos o leemos atentas el relato de Thelma y de las Thelmas, podemos rápidamente trasladarnos a esa situación. A hacer propio ese sentir. Y nos paraliza, claro que nos paraliza por un momento. Pero no nos detiene.
En ese recorrido estamos, en el fluir de la angustia, la bronca y la indignación, nosotras nos encargamos de hablar, hablar es un acto político. La condena social fue a lo que después de años de silencio pudimos y supimos aspirar, no vamos a frenar en este contexto en los debates sobre lo justo o lo injusto, solo remarcaremos que injustas fueron las vidas de las mujeres marcadas por el machismo y las que ya ni siquiera están para poder contarlo y sanar al calor de la hermandad feminista.
Sí, entendemos todo lo que se rompió, que el “pacto de silencio” que los varones tenían de nuestra parte ya no lo tendrán, que la complicidad entre caballeros se está cayendo. Sabemos que las palabras sororidad y transformación van a tener papel principal en las nuevas generaciones. Y sí sabemos que desde acá hasta la victoria las pibas no nos soltamos las manos nunca más.
Porque todas fuimos Thelma, contándole al mundo que ya no podemos callar más.
Porque todas fuimos esa colectiva de actrices abrazando a nuestra hermana que ya no puede callar más.
Un abrazo que no fue cualquiera: un abrazo político, una alianza de hermandad hecha abrazo colectivo. La imagen de mujeres que pusieron el cuerpo porque se convirtieron en sujetas políticas convencidas de transformarlo todo. Porque como nos dijo Rita Segato, en esta historia no hay príncipes sino un montón de mujeres reales, en estos días históricos "mujer salva mujer y muestra al mundo lo que hay que cambiar".
Sororidad y revolución en plena acción y desarrollo.
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